viernes, 29 de mayo de 2015

La humildad



Tumbada tras la losa del cerebro
timbal de la batalla de las horas
entre el delirio brutal de las formas
espera la humildad un signo incierto.

Ola tras ola fragmentada en hombre,
hombre tras hombre fragmentado en carne,
carne tras carne fragmentada en hambre
hasta llenar el universo enorme.

Natural ambición de ser yo mismo,
locura natural de amar vivir
deseo insano de jamás morir

para no ver que todo horrible fin
acaba en abandono de uno mismo
sereno, dulce, plácido infinito.
        



sábado, 23 de mayo de 2015

Si hubiese un solo grito



Si hubiese un solo grito
en vez de aire,
si sólo sangre
en lugar de océanos,
si hubiese sólo herida de carne abierta
en lugar de tierra,
y en lugar de vida
muerte,
sólo entonces
podrías anticipar el futuro
del planeta.

sábado, 16 de mayo de 2015

LA VIDA Y LA MUERTE



La vida no comienza en un punto y en un lugar determinado, como la persona que cree nacer en un parto. La vida comienza en todas partes y en todo momento, y se cuida poco de que el humano la reconozca en su omnímodo poder y presencia. Y no pienso siquiera en la vida asombrosa pero obvia de un amanecer en el momento justo, o el brillo de una mirada que se encuentra enamorada con otra, o el germinar vibrante y silente de una flor de cerezo, o la vida de alguno emocionado que aporta un “gracias” oportuno… Digo la vida sobre todo que se acurruca en la rigidez del cuerpo de un hijo muerto, o el golpe sangriento del metal en la carne humana, o la ira descubierta y brutal, o el silencio de la inmensidad negra del universo, y el mal… sobre todo el mal. --¿Qué vida?, me preguntarán los deudos. Y yo inclinaré mi cabeza conmovida por el dolor de la humanidad toda, y abriré mis brazos en cruz para responder --¿Acaso no ha pasado todo el dolor que ha querido pasar a través de mí? Aun así, adonde quiera que mire, continúa el tiempo adelante, pero también hacia todos lados… Una Vida quizás con mayúscula que absorbe toda pequeña vida y toda muerte, toda negación y todo absurdo en un resplandor eterno –para nosotros casi invisible-- que nunca comenzó ni nunca terminará. Pero, te ruego, no lo llames Dios, porque todo dios es demasiado limitado y humano para contener tanta destrucción, tanto mal, tanto sufrimiento y tanta indiferencia, cuanto la vida realmente experimenta, goza y padece.